No voy de farol

En lo que respecta a mi hija, no voy de farol. Siempre he dicho la verdad (no "mi verdad", sino la verdad) y no voy a retoceder ni un milímetro, pase lo que pase. La verdad es muy simple: Quiero a mi hija y me ocupo económicamente de ella en una cuantía más que suficiente. Nadie en sus cabales podría decir lo contrario, excepto los jueces, estos jueces siniestros ajenos al concepto de justicia. No tengo duda alguna: yo estoy en lo cierto; ellos están equivocados. En sentido estricto, no cabe hablar de "equivocación" judicial, sino de farsa, pues farsa es pretender averiguar la verdad a partir de premisas simplonas y prescindiendo del mínimo esfuerzo intelectual y probatorio.
Sus señorías pretenden cubrir su inoperancia bajo el manto de las apariencias. Ellos cuentan con el monopolio de la violencia, la coacción y el castigo, pero no de la verdad. La verdad no es un arcano inexcrutable, sino que está al alcance de cualquiera que se quiera tomar la molestia de averiguarla.

Nunca voy a aceptar la ciega, estúpida y gratuita violencia judicial. Como cualquier padre normal, no necesito coacciones ni imposiciones para ocuparme de mi hija.

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