A favor de la custodia compartida

Si la custodia compartida se aplicase como la opción "por defecto", se produciría un nada sorprendente efecto: habría muchas menos separaciones, lo que sin duda resultaría beneficioso para los niños pequeños, esos grandes olvidados por la muy corrupta y miope justicia española.

Y por arte de magia, descenderían los casos de presuntos malos tratos, ya que ninguna mujer esperaría obtener un beneficio espurio de ellos. Eliminados buena parte de los virtuales, no habría tanta disparidad entre los malos tratos denunciados y los reales.

Nada tan natural como que tras una separación, un niño no sea vea privado ni de su madre ni de su padre. Es algo tan básico, tan elemental, que resulta imposible explicar la custodia exclusiva (es decir, la custodia para la madre) de no mediar una fuerte presión en dirección opuesta a lo natural, lo lógico y por ende lo beneficioso para el niño. Esa presión no es otra que la ejercida por el muy poderoso lobby feminazi, una de las últimas excrecencias tóxicas de la descomposición de la izquierda.

El lobby feminazi tiene secuestrada a la justicia española, institución cuyo desprestigio viene de lejos, de los tiempos en que renunció a ser un poder independiente y se entregó servilmente al poder político, sin apenas resistencia. Y no a un poder político cualquiera, sino a uno cleptocrácico e incompetente como pocos. Cuando en los libros de historia se hable de la debacle de España como país, un capítulo nada accesorio estará dedicado a la responsabilidad de la justicia en esa debacle nacional.

¿Qué le importan los hijos a las feminazis? Absolutamente nada. Ellos son "la simiente que el varón deposita en la mujer para perpetuar su secular dominación", según reza el "ideario" del feminismo radical. Cualquiera que haya pasado por la amarga experiencia de ser juzgado por esta cuadrilla de pusilánimes entogados, habrá notado parecido desprecio por la suerte de sus hijos.



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