Denunciado por ir a tomar un cacaolat con mi hija

He aquí un ejemplo de libro de denuncia sin fundamento (que no denuncia falsa):

Aquel miércoles por la tarde tenía el coche en el taller y tuve que ir a ver a mi hija en tren. Una hora y media para ir, otra hora y media para volver y dos horas para estar con mi hija. La fui a recoger al colegio y después de estar un rato en un parque cercano, fuimos a un bar a tomar un cacaolat. En aquella época pendía sobre mí una ridícula orden de alejamiento que me prohibía acercarme a menos de 500 metros de mi desamparada y santa expareja femenina, la misma que justo un minuto antes de ponerme una denuncia y huir "presa del miedo" llevándose a nuestra hija con ella, tuvo tiempo de pasar por el banco para saquear mi cuenta bancaria. Yo ni siquiera sabía el lugar exacto donde vivía, pero se dio la casualidad de que aquella cafetería adonde fui con mi hija distaba menos de 500 metros de su nueva residencia. Resultado: denuncia al canto.

Esta vez fui jugado por un tribunal ordinario, y no por esa cofradía inquisitorial de la "violencia de género", razón por la que salí absuelto. Desde el momento en que entré en la sala supe que saldría absuelto, ya que la jueza me devolvió el saludo de "buenos días". Acostumbrado como estaba a sentir el odio tribal de las juezas zapaterinas de la "violencia de género", aquella corrección en el trato fue la constatación de que esta vez se haría justicia, cosa por otra parte, nada difícil, dadas las circunstancias del caso.

Ahora bien, me pregunto: ¿qué pasa cuando es obvio que una denuncia, pese a no ser falsa, responde a un deseo ilegítimo de venganza y se utiliza a la justicia para lograr ese objetivo espurio? ¿No debería eso constituir un delito, incluso aunque sea una mujer la que intente manipular a la justicia?



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