Y aunque tal cosa esté fuera del entendimiento de los jueces españoles, poder ver a mi hija me cuesta cada mes no menos de 500 euros en gasolina y trabajo sin hacer, ya que su madre se la llevó a un poblucho lejano, lejano del lugar donde yo y ella trabajamos.
Y aún hay más: con gran esfuerzo y privándome de todo, he conseguido ir ahorrando algún dinero, unos cuantos miles de euros. ¿Adivinan para quien es? Exacto, es para mi hija. Es por eso que le he propuesto a la madre de mi hija que la llevemos a un buen colegio privado, que yo pagaría íntegramente. Todavía no se ha dignado a contestarme. No pierdo la esperanza. También le propuse abrir una cuenta bancaria a nombre de nuestra hija y en la que ella y yo figurásemos como cotitulares. En esa cuenta sólo yo ingresaría dinero. También sigo esperando una respuesta de la madre de mi hija.
¿Qué pensaría de esto un juez que velara por el interés de mi hija en vez de trabajar para la sed de venganza de mi expareja femenina? Nunca lo sabré. Antes tendría que existir tal juez y tal justicia.
Pero todo esto pertenece al mundo de verdad, en el que vive usted, vivo yo y vive mi hija. En el mundo de las realidades jurídicas yo he abandonado a mi hija, y muy probablemente seré condenado a cárcel por ello. La denuncia ya está puesta. Sólo es cuestión de tiempo que se haga "justicia". No claudicaré, no daré marcha atrás. Al menos me quedará el consuelo de darle a mi hija un ejemplo de dignidad y verdadero sacrificio.
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